viernes, 23 de abril de 2010

La victoria del Ara, un logro de tod@s

   Recuerdo aquel día de 2001. Ya se había publicado el BOE que descartaba el embalse de Jánovas, habíamos confirmado que iba en serio y teníamos río para rato. Se acababa de celebrar la victoria del río Ara (las últimas jornadas culturales), la misma Asociación Río Ara se  había autodisuelto, empezaban a nacer otros cestos…y se finiquitaba lo que se tenía que terminar…

   Aquella tarde había cogido el coche para localizar paisaje y llevarme fotografías de recuerdo. No sabía muy bien lo que buscaba…sabía que el protagonista de esta batalla había sido el Ara y las gentes de las casas de los pueblos rescatados de la inundación, pero aquella tarde, en realidad, no buscaba nada… iba al encuentro de algo....

   En mi cabeza estaban todas las sensaciones de aquellas frenéticas semanas…las de la celebración, la autodisolución, la despedida de compañeros de viaje, la recogida de material, la recuperación de lo dejado de lado durante la lucha…

   Sí, aquella tarde iba al encuentro de algo pero no lo sabía… Tras un rato de carretera, en un sitio que, extrañamente, no consigo  recordar, detuve mi coche y me bajé con mi vieja cámara de fotos, aquella que has de esperar el revelado de los negativos con un poquito de emoción porque no sabes lo que has retratado…

   En ese momento pensé hacer una foto que representara lo logrado…y más llevada por la emoción que por el sentido común, me acababa de detener en un campo rodeado de montes.
   Todo mi alrededor se levantaba en una mar embravecida de hierba mientras en las crestas de las olas navegaban casas y pequeñas aldeas. Atardecía en aquel mar esmeralda y a lo lejos se vislumbraba un lejano sur lleno de ciudades, gente, edificios y un Ministerio de Medio Ambiente “derrotado”.

   Allí estaba, permitiéndome sentir la victoria del Ara…como un guerrero de la Edad Media, contemplando el rastro que había dejado en su huida el temible dragón hidráulico, aquel que durante casi un siglo había asolado el territorio…
   Allí estaba, con las manos desnudas, respirando después de la dura batalla, inmersa en la pequeñez de nuestra osadía y rodeada de su misma inmensidad, escrutando un ondulado horizonte por el que el peligro acababa de marchar.
   Aquel dragón hidráulico no iba a volver, quizás otros pero ese, no iba  volver…

   En aquel momento estaba siendo consciente de la magnitud de lo que habíamos logrado. Era como si, por fin, pudiera sentir el triunfo de un puñado de personas, tan pequeñitas como aquel campo de hierba, Y no solo me percataba del aspecto espacial también del temporal…porque aquella victoria había sido perseguida durante un siglo...y yo, generación afortunada, contemplaba su llegada desde una cota de malla hecha de forro polar y un bolígrafo de lanza…

   Habíamos echado al dragón y me preguntaba cómo era posible… rodeada de aldeas que llevaban años escuchando que iban a desaparecer y… no lo habían hecho.
Sí, allí estaba la estela de aquel enorme dragón, el derrotado Ministerio de Medio Ambiente de España… resultaba increíble que la batalla se hubiera hecho contra el mismísimo Estado y sus administraciones públicas…
  
   Recordaba los equilibrios que habíamos tenido que hacer para no desprendernos de ciudadanía, principal fuerza que nos había hecho llegar a la victoria, unido al duro planteamiento de que el fin no justifica los medios, ni siquiera para los ríos..
   Ahora me percataba de la importancia de que el camino también fuera motivo de orgullo, aunque hubiera exigido sacrificio. Sí, el fin no justifica los medios, ni siquiera para los ríos… la máxima de la Nueva Cultura del Agua.

   Atardecía y miraba desconfiada hacia ese horizonte por el que podía asomar otro dragón… sin embargo ahora era testigo de la marcha de uno muy grande, las noticias correrían y tardaría en venir otro que, seguro, sería menos importante.

   Empezaba a oscurecer y pronto pequeñas luces empezaron a anunciar los barquitos de vida que me rodeaban…la aldeíta de aquí, la ermita de acá, la granja de mas allá...la vida de un territorio  pequeño y grandioso a la vez…inmersa en la penumbra de numerosas luciérnagas rurales …

   …¿Cómo podían aquellas lucecillas haber vencido a las iluminadas ciudades de Madrid, sede del Ministerio de Medio Ambiente; Zaragoza, hogar de la tenebrosa CHE, e incluso  Bilbao, sede del verdadero promotor de la destrucción del valle del Ara(La Ibérica-Iberduero-Iberdrola)…¿cómo podían aquellas inmensidades de luz urbanas haber sido derrotadas por unas pequeñas farolas de pueblo…?

   Aquello era conspirador, ciertamente conspirador… y fluvial…

   Con tanto rollo en la cabeza me quede sin luz por lo que las fotos salieron fatal… esto de ver estela de dragón y a la vez hacer foto Nacional Geografic como que no,…
   Pero a pesar de no disponer de imágenes sigo recordando aquel atardecer… con emoción. Emoción que daba paso a las primeras noches en las que las gentes del valle iban a poder soñar con un futuro a su alcance. Por fin dependían de ellos y no de luces artificiales que les“iluminaban el camino”. Ahora era alumbrado por farolas rurales que palpitaban al ritmo del corazón de sus gentes.
  Sí, lo que propiciaba aquella conspiración por lo fluvial no era una guerra de conquista, sino un trabajo de paz.

  Los efectos de su victoria fue el inicio de obras…de construcción. La gente, que había pospuesto la rehabilitación del granero que le iban a expropiar, la vivienda de turismo rural cuyo paisaje le negaban o el apaño de la nave ganadera, podía dedicarse a sus faenas desde una nueva y extraña normalidad…el dinero que se ahorraba por lo que pudiera venir ya no era necesario mientras que aprovechando que venía un albañil al vecino, se encargaba el techo…
   La Constitución entraba en el valle del Ara y sus habitantes dejaban de ser héroes hidráulicos para empezar a ser ciudadanos… ochenta años de obligada muerte social se recuperaban con un aliento lleno de renovadas ilusiones…

   A mí también me tocaba construir algo…...y como no tenía tierras, campos, casa ni propiedades pero sí ganas e ilusión, nació la crónica de la gente de los ríos…

   Tras una tarde en la que contemplé la estela de un dragón desde la cresta de un ola, allá por el valle del Ara.