viernes, 23 de abril de 2010

La victoria del Ara, un logro de tod@s

   Recuerdo aquel día de 2001. Ya se había publicado el BOE que descartaba el embalse de Jánovas, habíamos confirmado que iba en serio y teníamos río para rato. Se acababa de celebrar la victoria del río Ara (las últimas jornadas culturales), la misma Asociación Río Ara se  había autodisuelto, empezaban a nacer otros cestos…y se finiquitaba lo que se tenía que terminar…

   Aquella tarde había cogido el coche para localizar paisaje y llevarme fotografías de recuerdo. No sabía muy bien lo que buscaba…sabía que el protagonista de esta batalla había sido el Ara y las gentes de las casas de los pueblos rescatados de la inundación, pero aquella tarde, en realidad, no buscaba nada… iba al encuentro de algo....

   En mi cabeza estaban todas las sensaciones de aquellas frenéticas semanas…las de la celebración, la autodisolución, la despedida de compañeros de viaje, la recogida de material, la recuperación de lo dejado de lado durante la lucha…

   Sí, aquella tarde iba al encuentro de algo pero no lo sabía… Tras un rato de carretera, en un sitio que, extrañamente, no consigo  recordar, detuve mi coche y me bajé con mi vieja cámara de fotos, aquella que has de esperar el revelado de los negativos con un poquito de emoción porque no sabes lo que has retratado…

   En ese momento pensé hacer una foto que representara lo logrado…y más llevada por la emoción que por el sentido común, me acababa de detener en un campo rodeado de montes.
   Todo mi alrededor se levantaba en una mar embravecida de hierba mientras en las crestas de las olas navegaban casas y pequeñas aldeas. Atardecía en aquel mar esmeralda y a lo lejos se vislumbraba un lejano sur lleno de ciudades, gente, edificios y un Ministerio de Medio Ambiente “derrotado”.

   Allí estaba, permitiéndome sentir la victoria del Ara…como un guerrero de la Edad Media, contemplando el rastro que había dejado en su huida el temible dragón hidráulico, aquel que durante casi un siglo había asolado el territorio…
   Allí estaba, con las manos desnudas, respirando después de la dura batalla, inmersa en la pequeñez de nuestra osadía y rodeada de su misma inmensidad, escrutando un ondulado horizonte por el que el peligro acababa de marchar.
   Aquel dragón hidráulico no iba a volver, quizás otros pero ese, no iba  volver…

   En aquel momento estaba siendo consciente de la magnitud de lo que habíamos logrado. Era como si, por fin, pudiera sentir el triunfo de un puñado de personas, tan pequeñitas como aquel campo de hierba, Y no solo me percataba del aspecto espacial también del temporal…porque aquella victoria había sido perseguida durante un siglo...y yo, generación afortunada, contemplaba su llegada desde una cota de malla hecha de forro polar y un bolígrafo de lanza…

   Habíamos echado al dragón y me preguntaba cómo era posible… rodeada de aldeas que llevaban años escuchando que iban a desaparecer y… no lo habían hecho.
Sí, allí estaba la estela de aquel enorme dragón, el derrotado Ministerio de Medio Ambiente de España… resultaba increíble que la batalla se hubiera hecho contra el mismísimo Estado y sus administraciones públicas…
  
   Recordaba los equilibrios que habíamos tenido que hacer para no desprendernos de ciudadanía, principal fuerza que nos había hecho llegar a la victoria, unido al duro planteamiento de que el fin no justifica los medios, ni siquiera para los ríos..
   Ahora me percataba de la importancia de que el camino también fuera motivo de orgullo, aunque hubiera exigido sacrificio. Sí, el fin no justifica los medios, ni siquiera para los ríos… la máxima de la Nueva Cultura del Agua.

   Atardecía y miraba desconfiada hacia ese horizonte por el que podía asomar otro dragón… sin embargo ahora era testigo de la marcha de uno muy grande, las noticias correrían y tardaría en venir otro que, seguro, sería menos importante.

   Empezaba a oscurecer y pronto pequeñas luces empezaron a anunciar los barquitos de vida que me rodeaban…la aldeíta de aquí, la ermita de acá, la granja de mas allá...la vida de un territorio  pequeño y grandioso a la vez…inmersa en la penumbra de numerosas luciérnagas rurales …

   …¿Cómo podían aquellas lucecillas haber vencido a las iluminadas ciudades de Madrid, sede del Ministerio de Medio Ambiente; Zaragoza, hogar de la tenebrosa CHE, e incluso  Bilbao, sede del verdadero promotor de la destrucción del valle del Ara(La Ibérica-Iberduero-Iberdrola)…¿cómo podían aquellas inmensidades de luz urbanas haber sido derrotadas por unas pequeñas farolas de pueblo…?

   Aquello era conspirador, ciertamente conspirador… y fluvial…

   Con tanto rollo en la cabeza me quede sin luz por lo que las fotos salieron fatal… esto de ver estela de dragón y a la vez hacer foto Nacional Geografic como que no,…
   Pero a pesar de no disponer de imágenes sigo recordando aquel atardecer… con emoción. Emoción que daba paso a las primeras noches en las que las gentes del valle iban a poder soñar con un futuro a su alcance. Por fin dependían de ellos y no de luces artificiales que les“iluminaban el camino”. Ahora era alumbrado por farolas rurales que palpitaban al ritmo del corazón de sus gentes.
  Sí, lo que propiciaba aquella conspiración por lo fluvial no era una guerra de conquista, sino un trabajo de paz.

  Los efectos de su victoria fue el inicio de obras…de construcción. La gente, que había pospuesto la rehabilitación del granero que le iban a expropiar, la vivienda de turismo rural cuyo paisaje le negaban o el apaño de la nave ganadera, podía dedicarse a sus faenas desde una nueva y extraña normalidad…el dinero que se ahorraba por lo que pudiera venir ya no era necesario mientras que aprovechando que venía un albañil al vecino, se encargaba el techo…
   La Constitución entraba en el valle del Ara y sus habitantes dejaban de ser héroes hidráulicos para empezar a ser ciudadanos… ochenta años de obligada muerte social se recuperaban con un aliento lleno de renovadas ilusiones…

   A mí también me tocaba construir algo…...y como no tenía tierras, campos, casa ni propiedades pero sí ganas e ilusión, nació la crónica de la gente de los ríos…

   Tras una tarde en la que contemplé la estela de un dragón desde la cresta de un ola, allá por el valle del Ara.


miércoles, 21 de abril de 2010

El principio de todo

   Hola amigo lector/a, en este blog de la “Crónica de la gente de los ríos” voy a contar porqué se me ocurrió escribirla, cómo fue creciendo en ideas y objetivos…cómo di con la información, los problemas que encontré, soluciones por las que opté…en suma, el porqué de lo mucho que hay en ella.
   Hay que empezar contando que el proceso que viví para hacer este libro fue parecido al que protagoniza un estudiante con una investigación,  con la diferencia de que se presenta como un relato novelado. Además  el tiempo empleado es mayor que los clásicos uno ó dos años de una tesis. De hecho empecé a lo poco de autodisolverse la Asociación Río Ara, en el año 2001, cuando me encontré con un montón de papeles que guardar. En la crónica digo que llevo siete años porque queda bien, pero en verdad son algunos más de indagación.
   Con los meses esta labor se convirtió en una especie de hobby que me exigía localizar sitios, hablar con personas, marchar a archivos, encontrar molinos, ver saltos…y, en suma, pasar el tiempo de forma diferente al trabajo. Ahora lo pienso y veo que este libro lo he elaborado en una de mis épocas de mayor desarrollo profesional, un esfuerzo que tenía que “compensar” con una faceta investigadora “ajena” que me permitiera desconectar de la “dura” rutina laboral y, a menudo, adentrarme en la naturaleza. Al final ambos caminos resultaron ser complementarios, el trabajo me ha inspirado grandes ideas para el libro y al revés, la crónica me ha supuesto un importante apoyo para mi desempeño profesional.
   Pero este enfoque también era necesario para disponer de otro elemento importante, independencia para escribir lo que considerara oportuno. La libertad económica (y por tanto ideológica) la podía conseguir mediante una autofinanciación gradual por lo que esta obra ha terminado siendo una modesta aventura empresarial.
   Un barquito fletado desde el siglo XVII hasta 1950 que, por supuesto continúa. Pero tenía ganas de ver cómo era recibido y descansar de tan solitario trabajo así que decidí editarlo “a cachos”. En verdad la Crónica empieza en la Prehistoria y alcanza el siglo XV haciendo un breve paréntesis en el XVI para retomarse en el siglo XVII y continuar hasta el 1 de Mayo de 2004. Por curiosidad voy a contar que iba a terminar el 10 de Marzo del 2004, cuando se hacía efectiva la carta enviada al Gobierno Civil de Huesca que confirmaba la autodisolución de la Asociación Río Ara. Su Junta no la podía haber hecho efectiva hasta entonces porque en Febrero de ese mismo año se acababa de publicar la sentencia que decretaba la caducidad de la concesiones de Endesa (cedidas por Iberduero) en el Ara y el Cinca, caducidad denunciada por A.R.A. hacía unos años en los tribunales.
   Entonces, nada más llegar la carta, el 11 de Marco del 2004 hubo un atentado en Madrid que se llevó demasiada gente por delante…y un libro dedicado a derechos humanos no podía quedarse con semejante final. Así que además de hacer su pequeño homenaje a las víctimas, continuó hasta el 1 de mayo del 2004, recordando fechas en que se solían organizar las Jornadas del río Ara.De esta manera, medio en serio medio en broma,  es como la película de “La guerra de las galaxias”…empieza por el capítulo de enmedio y quién sabe si continuará…pero no hay que dudarlo, la fuerza le acompaña.
   Por cierto, la misma Guerra de las galaxias me sirvió de inspiración para hablar de las esquinas del Imperio. El hecho de que la rebelión (la de la película) fuera en los planetas exteriores, me hizo pensar en los rincones de los imperios…luego me decidí por esquinas y después me propuse aprovechar estas figuras para añadir una en cada capítulo retratando al Sobrarbe (comarca en la que se ubica el valle del Ara) de una manera. Así el lector aprecia cómo eran y son vistas las regiones montañosas y se adentra en una realidad desconocida, el mundo rural y fluvial.
   Pienso que los habitantes de las grandes urbes o los pueblos y ciudades medianas no son conscientes del tipo de pasiones que despiertan los paisajes. L a crónica trabaja este tema, con idea de comprender el choque entre diferentes modelos de desarrollo (sostenibles o no) y su implantación en los territorios.
   En el caso altoaragonés, conforme he ido avanzando en mi conocimiento de su pasado, se ha afianzado en mi interior una comparación. Y es que el anhelo hidroeléctrico sobre el Pirineo de principios del siglo XX me recuerda las ambiciones madereras y mineras que hoy se ciernen sobre la Amazonia . Lo que me parece increíble es que en libros de historia de la zona apenas se trate este tema, como si se ocultara un pasado que necesitamos saber, ya que explica muchos presentes.
   Así que siendo consciente de que podía resultar incómoda a determinados intereses económicos e ideológicos locales, decidí trabajar el cómo de la información. Entonces, sin abrazar este tipo de causas, me acerqué a ellas con idea de entender sus porqués. De ahí que este libro trate la historia de los ingenieros de minas (los que proyectan las presas en España), de la hidroelectricidad, los sindicatos de riegos y el mismo Regeneracionismo, movimiento ideológico inspirador de políticas hidráulicas en la Europa mediterránea .
   Sin embargo este acercamiento  ha procurado ser fiel al pasado y para demostrarlo ha adoptado formato de estudio aunque su interior corresponda a un relato novelado.La necesidad de emanar seriedad se debe a que el habitual relato histórico de la infraestructuras hidroeléctricas y de regadío (las presas) no suele explicar su alrededor.
   Incluso  da la sensación de que se oculta bajo una moralidad bastante dudosa ya que por ejemplo, no cuenta el hecho de que los campamentos obreros que levantó para hacer las obras fueron auténticas ciudades sin ley, como se recuerda en las zonas. Por eso señalo que tenían mujeres que intervenían en el ocio de los trabajadores. Son temas que no los cuento para criticar porque los entiendo producto de su época, pero lo que no puedo hacer es ignorarlos, ya que si no, no se entiende por qué la Confederación Hidrográfica Sindical del Ebro de los años treinta es cuestionada al adquirir una pianola y unos diamantes.
   La pregunta del millón sería a quién compró esas joyas pero eso, amig@ lectos/a, aparte de hacer mucha gracia, no lo he podido averiguar.  Lo que sí he pensado es su lógica. Igual en momentos de duro trabajo era necesario “compensar” a los obreros y su ocio se convertía en objetivo de la empresa. Quizás a la CSHE se le reprochaba su pragmatismo y que prescindiera de la moral de la época y nada más. De todas formas lo que un libro de historia no debe hacer es ocultar ese pasado de la misma forma que la sociedad de entonces. Francamente, me parece ridículo.
   La crónica no pretende deteriorar “prestigios” con estos relatos, por lo que no olvida que esos mismos ingenieros llevaron a cabo modernas obras hidráulicas. Tampoco pretende  establecer nuevos dogmas (objetivo que sí me parece entrever en relatos de las “civilizadoras” hidroeléctricas o “desarrolladoras” empresas de regadío), solo insinuar pequeñas certezas. Para ello añade fotografías que corroboran lo escrito y abre la opción de una visión fiable o, por lo menos, la idea de que haya varias versiones del asunto.
   Creo que ya es hora de acercarnos al mundo fluvial sin pretender que nos resulte cómodo ocultando hechos de cierta “crítica moral”. Estamos para contar lo que pasó, no lo que querríamos que hubiera pasado. Demasiado mito circula alrededor de lo hidráulico y este libro procura desmitificarlo para adentrarse en los porqués de unas épocas que pertenecen a otras generaciones. No podemos imponerles nuestros valores, incoherencias y creencias del mundo fluvial y esa actitud es la que se trata en el siguiente capítulo.

Desmitificar

   Lo cierto es que sorprende ver cómo el  mundo de los ríos está lleno de mitos e incoherencias con crédito inmerecido.  Por otra parte creo que es necesario que el público sea consciente de algunas de las circunstancias que rodean lo fluvial, como por ejemplo lo desorbitado de las actuales concesiones de agua debido a la evidencia de la disminución de sus caudales (según las hidroeléctricas entre un diez y un veinte por cien en el último siglo XX). Este desajuste (la concesiones no ha sufrido ninguna reducción) puede explicar la causa de algunos problemas que sufren como el desecamiento o contaminación de sus cauces, la desaparición de su fauna y flora o la aparición de especies invasoras favorecidas por el calentamiento de la escasa agua corriente.
   A pesar de la importancia de esta información, no deseaba resultar pesada por lo que sabiendo que no había ningún tribunal al que llevar este “trabajo” he intentado ser flexible en su exposición. La elección del formato de relato novelado recoge la voluntad de encarar el tema con amenidad y optimismo sin que esta opción se confunda con falta de seriedad.
   Ello implica que haya habido detrás metodología, extraída de numerosas ciencias desde históricas a antropológicas, físicas o etnológicas. No estaba atada a ninguna teoría por lo que recogía de donde se me ocurría y sólo después “ponía tabla rasa”, es decir, me cercioraba de que fuera válido… llevándome auténticas sorpresas.
   Como la constatación de que la prensa aragonesa de los años ochenta está más tergiversada que lo recogido de forma oral, el hecho de que en temas hidráulicos suele ser más frecuente que el Estado incumpla la ley o que fuentes dispares  coincidan en parte de sus relatos. Esto último se observa durante la Guerra Civil española, cuando el maquis explica lo que saboteó de la central de Lafortunada y los ingenieros de la Ibérica lo que encontraron. La causa de los destrozos de unos y otros distan pero su descripción coincide.
   Así que esta crónica ha optado por presentar todas las versiones posibles, pudiéndose afirmar que ha sido ecléctica y pragmática, es decir, ha adoptado muchos puntos de vista con el objeto de obtener el máximo.
   Sin embargo ha protagonizado dos excepciones, dos “censuras” que decidí en diferentes momentos de su escritura. La primera equivocada (y he intentado hacer “un apaño”, espero que quede bien), cuando no incluí el siglo XVI por razones de comodidad, ya que así no me veía obligada a hablar del continente americano (en 1500 claramente descubierto). Luego me di cuenta de que en ese siglo pasaban asuntos muy importantes para los ríos y especialmente en los que se centra la historia, los del Altoaragón.
   Sí, el siglo XVI es  una época de bonanza en el antiguo reino de Aragón y una, así de espabilada , no cayó en la cuenta de que eso podía suponer construcción de infraestructuras hidráulicas, puentes, junto aparición de inventos, manuales, avances científicos relacionados con el Renacimiento, la pesca…en fin, que si se quisiera escoger un siglo especial para los ríos, debería ser el XVI, el que no sale en la Crónica.
   Semejante metedura de gamba la he “arreglado” con retrocesos narrativos pero lo cuento para que el lector sepa que esta cronista es consciente de sus limitaciones.
   Otra “censura” que establecí obedeció a algo más personal y la tomé cuando estaba acabando el libro por razones de orgullo fluvial. Y es que decidí no incluir pesquisas hechas en persona en archivos de hidroeléctricas o de la Confederación Hidrográfica del Ebro (la CHE). Eran unos viajes que me había reservado para el final, en parte porque tenía dudas de obtener lo que quería, en parte porque me tocaba ir a sitios lejanos (excepción de la CHE, con sede en  Zaragoza). Por fin, no me apetecía nada de nada acercarme a  la CHE, a aquellos ingenieros que se consideraban los “sumos sacerdotes de los ríos”.
  Cuando vi que la información que necesitaba la podía obtener de terceros pensé hacer un homenaje a la gente de los ríos y no acudir a unos técnicos que hasta ahora, veo que suelen resultar bastante despectivos con el resto de la Humanidad. Así que ya ve, amigo lector, esta cronista se ha permitido el lujo de tener prejuicios en nombre de lo fluvial…y quizás la falta de ganas…porqué no admitirlo. De todas formas, si cuento al lector que he emprendido caminatas de horas para conseguir fotos de un ibón o que los viajes a la biblioteca de Lérida, por ejemplo,  los hice por una carretera en la que tenías suerte de que no se te comieran los camiones, comprenderá que no se trataba de pereza física…más bien de falta de convencimiento para emprender un esfuerzo que no valía la pena…
   Sigo pensando que este tipo de intérpretes de lo fluvial no hacen falta para hacer una historia de los ríos…aunque está claro que sus informes de las presas de Santa María de Belsué y Cienfuens, o la página web de la CHE o la de los ingenieros de minas de España (una constante alabanza a “sus” presas y pantanos) han sido gran ayuda; al igual que información colgada por el Ministerio de Medio Ambiente o las eléctricas peninsulares (recomendadas en la bibliografía).
  Ahora, si es cuestión de hablar de evangelistas, hay que reconocer que también los hay en mi bando, en el fluvial quiero decir. Por eso intento corroborar en más de una fuente cuanto he obtenido y lo que no lo comento (por ejemplo cuando digo que la gente de la Ribagorza relata la voladura del campanario de Barasona por soldados en prácticas) o no lo incluyo.
  
A veces con pena, porque he de reconocer que mis fuentes han sido diversas y originales, sobre todo originales.

Las fuentes

  Fuentes variadas y alguna vez incluso “enfrentadas”, como por ejemplo el informe de Greenpeace del monopolio eléctrico español y los de las mismas eléctricas, los famosos mapas del  Ejército, hechos en los años 50 y 60,  para mí con idea de controlar el espacio rural en el que se movía el maquis que localizan con precisión los  caminos e infraestructuras hidráulicas….y los papeles de la antigua Coordinadora Río Ara, cuya Junta de principios de los años noventa parece simpatizar con grupos abertzales y okupas (según sus últimos boletines).
   Justamente esta marginalidad es la que hizo posible que parte de sus miembros se “escindiera” y creara la Asociación Río Ara del final de los noventa, entidad en la que tuve oportunidad de colaborar hasta su autodisolución. Esto lo cuento porque el hecho de que un grupo de personas decidiera hacer las cosas de otra forma “separándose” de los que se suponía que eran “representantes del río” fue muy decisivo para la nueva A.R.A.Y es que desde el principio procuró ser muy generosa haciendo posible que la mayoría de los miembros de la antigua Coordinadora formaran parte de ella además de muchas otras gentes.
   También le llevó a ser radical (en sentido positivo) en el planteamiento de que todo el mundo tenía cabida en lo fluvial, un anhelo que resumió en un lema,  “los  ríos son de tod@s”. Con el tiempo se extendió para criticar otro de los problemas que hay en los ríos peninsulares, los aguatenientes, los poseedores de sus concesiones que, como los terratenientes del siglo XIX, protagonizan en el  XX y XXI un acaparamiento que perjudica a la mayoría ciudadana.
   Pero volviendo a la Asociación Río Ara, hay que decir que sus orígenes me imbuyeron de parte de sus principios por lo que puedo afirmar que este libro “sufre”  de otra influencia, la de la diversidad de los socios que formaron A.R.A. Es un enriquecimiento que explica porqué tiene tanta anécdota y hecho curioso, sin prejuzgar las fuentes, aunque comprobando su certeza.
   Una  apertura mental  que se ha sumado a la de las lenguas en que han sido leídos los documentos, prensa e información utilizados en este libro. Con orgullo me reconozco parte de “la generación Lucas Mallada”, un instituto  de la ciudad de Huesca que en los años ochenta vio cómo sus profesores tuvieron la “locura” de creer en el tiempo libre de sus estudiantes.
   Sus actividades extraescolares, desde teatro a deporte , seminarios de matemáticas, historia o filosofía, nos dejaron una huella imborrable a muchas generaciones. Y esa apuesta por la diversidad temática, aprendida en la adolescencia, me permitió abordar temas de ingeniería, medioambiente e incluso matemáticas, física y un largo etcétera en esta crónica. Por fin mi afortunada educación pública me permitió también traducir documentos del inglés, francés , español y aragonés (algo justito esta última lengua a mi pesar)  además de textos en italiano, portugués, catalán, gallego, asturiano e incluso latín, vasco y flamenco!!...
   Todo hay que decirlo, no superé la prueba del farruco (dicho con cariño) funcionario de la Biblioteca de Lérida, que pretendía explicarme en catalán cómo funcionaba una fotocopiadora … al final las fotocopias las tuvo que hacer él (algo que desde el principio yo tenía claro, ya que soy consciente de mis limitaciones tecnológicas). Pero estas anécdotas de carácter colonial (que qué hacía yo, una forana, allí,...nada, sólo buscar boletines oficiales que no eran publicados en Huesca y sí en Lérida para que no se enteraran los afectados) me sirvieron para dar más fuerza a la idea de que sí, la crónica iba a ser escrita en una lengua  mayoritaria (español o castellano) pero también iba a hacer un homenaje a otra lengua a la que también tengo mucho  aprecio, el aragonés o fabla. Y es más, tiene  modestos guiños al chapurreau o catalán oriental de Aragón, al catalán del delta del Ebro y el francés de nuestros vecinos. Todo mezcladito y conviviendo sin problemas, como debe ser…
   La apertura de mente política, lingüística, metodológica, temporal, humana…era necesaria para recopilar información e incorporar añadidos, algunos de muy última hora como la historia de la pesca a mosca sin muerte o la de la Ecología. Allí, con acierto, di cabida a opiniones de personas que me estaban haciendo de asesoras e insistían en incluir estas facetas. Es más, me pongo a pensar y veo que, por ejemplo, sin el relato inédito del escritor del Sobrarbe  José Mari Santos  de los años 10, 20 y 30 (¡vaya currada!) no hubiera podido abordar con tanta comodidad esta parte del libro o sin el manuscrito de Astorga de AEMS no me hubiera podido introducir de forma tan agradable en la pesca, un mundo que en mi infancia era reservado a “los hombres”  y quizás por ello me sigue produciendo mucha fascinación.
   Por su parte el  relato oral de dos familias “símbolo” de Jánovas (los Garcés y los Buisán) , generosamente cedidos por sus descendientes , las amenas conversaciones con el último que resistió a los forestales; el programa de televisión de los años ochenta que cuenta la historia de la fallecida enfermera urbana que apoyó a los vecinos de Ligüerre de Ara (Lucrecia, sigues estando con tu gente) , el CD de cómo se despobló la Solana o el relato de los misterios del molino de Guaso me han permitido percatarme de hechos que no salen en los textos y localizar fuentes que ayudan a comprender el otro mundo que también se da en lo fluvial, el de las emociones y sentimientos.
   Pero como era inevitable, al final he hecho mi propia aportación. La primera relacionada con la metodología que ayuda a localizar fuentes en temas hidráulicos (se expone en el apartado del investigador). Otra aportación está relacionada con la “sabiduría acumulada”  en encuentros y jornadas fluviales que me permitió  rellenar las piezas que faltaban del puzle histórico en que se asienta la crónica. Y por fin, la última ha sido fruto de la propia reflexión, que he osado exponer, como los principios básicos de los aprovechamientos hidráulicos tradicionales o alguna de las lógicas que me parecen vislumbrar detrás de  actuaciones de hidroeléctricas en los años cuarenta y cincuenta.
   Lo cierto que al poco de comenzar esta indagación me fui dando cuenta de que , extrañamente, los molinos tradicionales, serrerías y batanes eran vistos de forma hostil por hidroeléctricas y determinadas empresa regantes. Al principio no lo entendía…¿en qué les molestaba un batán si eso era una cultura tradicional que no dañaba a nadie?... pero era evidente que conforme avanzaba en mi investigación que la hostilidad parecía emanar más de una dirección (el grande ) que de otra (muy revelador el discurso del propietario de la Ibérica contra los nabateros del Cinca). Entonces, cuando pude leer el informe de la UNESCO que hablaba del valor del actual pequeño propietario a orillas del Mekong, río amenazado por varios proyectos de presas, pude comprenderlo.
   Sí, los molinos tradicionales son parte de un patrimonio rural de gran valor etnográfico…pero no sólo eso o mejor dicho, son algo más. Espero que este libro contribuya a verlos de forma más moderna porque lo que sobre todo eran y son (a los poquitos que les dejan producir luz) negocios gestionados por personas que conocían muy bien el río al llevar siglos conviviendo con él, una gestión de riqueza natural con sus concesiones y derechos legales pero ignorada por universidades y facultades de economía.
   No se trataba, como burlonamente nos decían algunos, de tener velas en casa y quitarnos las bombillas,  sino que las fuentes de energía (en este caso la luz o el agua) procedieran de un modelo de desarrollo sostenible para los ríos y sus gentes. Por eso este libro es una crónica, un relato histórico de estas gentes, la de los ríos, las que viven con el resto de habitantes peninsulares pero tienen mucho que aportar respecto a lo fluvial,  políticas hidráulicas y energéticas porque saben extraer  dinero de ellos, sí , pero al mismo tiempo los dejaron ser como son, es decir, son medioambientalmente sostenibles.
   Resultaba imprescindible acercarse a esta fuentes de riqueza como lo que eran y añadir lo aportado por otras gentes, como el belga Bernardo el Molinero , cuya visión tecnológica (influenciada por los molinos de viento de sus Países Bajos) le llevó a practicar desde los años ochenta la afición de retratar cuanto aprovechamiento harinero encontraba en Huesca…desde el punto de vista técnico. Emocionante resulta ver las imágenes del molino de Jánovas en su página web y apasionante compartir con él conversaciones en las que su experiencia se ha sumado a lo trabajado por otros “de fuera”.
   O no tanto porque la pagina web del vecino molino de la Mousquère, o la del ayuntamiento de La Ferté sous Jouarré, sede de una de las primeras multinacionales de piedras de molino, han resultado ser savia vital para este libro, aunque fuera en francés (esta se la perdonamos)
   Otras aportaciones “del exterior” han sido favorecidas por encuentros promovidos por asociaciones de ríos. Eran y son esfuerzos por lograr un contexto que favoreciera la reflexión alrededor de lo fluvial y han dado como fruto publicaciones como el estudio biológico del río Ara promovido por una Universidad de Euskadi (por fin unos vascos se acercan al valle de forma constructiva),  el análisis de historia de la política hidráulica española promovido por gentes del Gállego, la guía didáctica de este mismo río hasta la memorable feria medieval de Jaca organizada por gentes aragonesas y del  delta del Ebro, el vigente concurso anual de fotografía de la también triunfante Asociación Río Susía o el grupo de jazz de nuestros hermanos del Ésera que actuó en Aínsa-Sobrarbe en la exposición “Pueblos y ríos” del 2009.
   Todos estos encuentros han supuesto un remanente para el intelectual y científico y sus aportaciones, como la pionera gestión de las crecidas del Ebro en Zaragoza, el desarrollo de desaladoras de bajo impacto ambiental o el abordaje de la escasez hídrica de Cataluña, por nombrar algunas. Es lo que se denomina Nueva cultura del Agua, un proceso mental pero sobre todo  científico y tecnológico que intenta abordar problemas del agua desde nuevas soluciones y está obteniendo resultados satisfactorios.
   La misma web de la Fundación Nueva Cultura del Agua, hispanoportuguesa (lo que explica que la crónica sea peninsular y no solamente española) y capitalidad aragonesa dispone de  un amplio bagaje al acceso del público en general, otra de las espinas dorsales de este libro. Pero como suele ocurrir en estos temas, a menudo lo investigado se describe en un lenguaje que no llega a la ciudadanía  o apenas alcanza al interesado. Es evidente porqué,  prioriza la descripción y rigurosidad sobre la amenidad… así que enseguida me percaté de que  si quería hacer un libro que se difundiera, tenía que  “traducir” sus fuentes, los artículos científicos…
   No somos un país propicio para la cultura, las cosas como son y si hacia una tesis (así lo hubiera titulado porque lo contrario hubiera sido engañar) no la hubiera leído mucha gente. Así que la exposición de este libro ha procurado ser un puente entre lo científico y lo popular, algo que disfrutar y si se quiere, aprender. Supongo que por ello el lector se lleva una sorpresa al empezar y topar con una leyenda de las Rocosas que habla de una raza desconocida…
   ¿Pero esto no es un estudio?... Claro que sí, pero es que los mitos son algo innato al mundo fluvial y tienen  un apartado en cada capítulo… hasta me invento la figura de los piratas de la mar fluvial inspirándome en los mares de montañas y sus galeones (las casas de los lugares)  además de la bandera pirata que ondea en la foto hecha en el Montblanc por simpatizantes de río Aragón durante la reivindicación por las cimas del mundo.
   Sí, esta riqueza de ingredientes ha dado lugar a un libro muy especial que se asemeja a un pan  mezclado, hecho con diversos trigos y cereales… diseñado bajo una estética. Porque la crónica también tiene una estética, que se aborda en el siguiente capítulo.

martes, 20 de abril de 2010

La estética

  Porque si amigo lector, la crónica de la gente de los ríos tiene estética porque durante sus primero  años la fui escribiendo…a color…
   Primero en los ordenadores de la biblioteca digital de Huesca  y después en el portátil que adquirí (el pobracho no ha sobrevivido a “la causa”). Estaba convencida (una es así de rara) de que si hablaba de cuatro valles y otras zonas la persona de, por ejemplo, el río Ésera, debía poder localizar la información de su valle con facilidad…y por eso escogí un azulito claro.
   El río Ara y el Susía iban de azul más oscuro, el Aragón de celeste, el Gállego de verde oscuro, los del delta de violeta , los BOEs, el Ministerio de Medio Ambiente y la CHE de rojo,  las eléctricas e ingenieros de naranja…y así iba haciendo un texto muy mono a todo color que… resultaba una tortura para la lectura. Mi maquetista fue la que me tuvo que convencer de lo imposible de esta idea en nombre de su salud y la de los ojos de los lectores…
   Pero este origen, en el que no descuidaba ver impreso el libro para contemplar la mezcla de colores y su “estética”, ha hecho que, en el fondo, mantenga un diseño diverso. Y es que los relatos se entremezclan de la misma forma que hacían los colores, dando un ritmo muy especial. El lector termina aprendiendo que lo importante de la crónica no es el dato concreto, sino el conjunto de datos que conforman el todo, lo que se le presentan apareciendo y desapareciendo de la misma forma que hacen las corrientes que forman los ríos.
   Por eso su lectura da sensación de ir de un lado a otro con un tema que sale, desaparece, vuelve a salir y termina dando entrada a otro…siguiendo la misma corriente, algunas paralelas e incluso otras contrarias hasta llegar a un recorrido fluvial muy pensado. No es casual la convivencia del relato del genocidio armenio con las quejas del ingeniero Urrutia en el Senado de España. Estoy anticipando un futuro y al mismo tiempo presentando un presente semejante. “Los nabateros son peligrosos” , dice Urrutia, lo que equivale a decir que “sobra gente en los valles, sobre todo determinada gente, la que tiene derechos sobre el río que ambiciona su hidroeléctrica”…también para los turcomanos “sobraban armenios” y “eran peligrosos”…dos colores que se mezclan porque provienen de paletas semejantes.
   Gracias a esta ideación estética también ha sido posible la aparición de otro elemento fundamental, el que denomino contrapeso emocional. Y es que era importante que el lector tuviera noticia de, por ejemplo, el genocidio armenio, pero no quería que se agobiara con el tema. La forma de “aliviarle” era mediante el contrapeso, noticias esperanzadoras sobre el salvamento de la población armenia de Van o actuaciones para proteger a sus huérfanos. La dura realidad es que estas intervenciones fueron muy minoritarias pero me permito estas concesiones o señalo los hechos de forma “exagerada” para que el lector descanse de la dureza de una de las primeras persecuciones modernas de civiles. Lo cierto es que resultó implacable…y no se detuvo del todo al final de la I Guerra Mundial como doy a entender, otra de las concesiones que se toma el libro para dar un respiro .
   Hay que reconocer que el siglo XX, en temas humanos, es duro de relatar y sobre todo presentar. Y es que cuando haces una historia de los derechos humanos, debes contar las barbaridades que llevaron a crear los organismos de control que hoy disponemos y claro, este relato no resulta fácil. Por eso los contrapesos emocionales han resultado importantes para este libro y cuando no los tenía, me dediqué a buscarlos (debido a ello la crónica habla de, por ejemplo,  personas más conocidas en el mundo sajón como Emilia Hobhouse y su labor en la guerra Boer).
   Otra opción personal que tomé fue la de escribir el mínimo de veces  la palabra muerte o el verbo morir además de mantener la constante de que el libro lo pudiera leer un niño (aunque no sea así) y presentar la información de forma no agresiva. La violencia se percibe en lo contado, no hace falta regodearse en ella ni es necesario dar cuerda a la morbosidad.
   En tema de derechos humanos y enlazando con el resto del libro, en general el de las políticas hidráulicas de España y Portugal, el investigador trabaja sobre un fondo emocional duro ya que hay mucha historia desgraciada detrás de estas grandes obras. De hecho, durante mi investigación me topé con extrañas muertes y evidencias de acosos a personas con nombre y apellidos con el objetivo de que perdieran propiedades o derechos sobre el río. Lo complicado de ello es que luego, a la hora de presentarlo, ocurre lo mismo que con temas relacionados con los derechos humanos. Para unos puede ser algo exagerado (como se empeñan los pronazis cuando hablan del Holocausto judío ) y para otros algo evidente (como afirman los familiares de las víctimas de los campos de concentración y gran parte de la humanidad) .
   Así que siendo consciente de que debajo de los pantanos, como dice el libro, hay mucha lagrima de río y gente de los ríos no reconocidas por la sociedad peninsular(y eso es otra de las cosas que dificulta su presentación), recojo otra influencia de la Asociación rio Ara, al presentarlo como testimonios y prescindir de su carga emocional . Me ha parecido más importante enganchar en otras emociones que también se dan en lo fluvial ya que si estuviéramos hablando de algo que ya no tiene remedio, quizás procedería provocar la lágrima sin fin, pero como en el tema de los embalses quedan muchos capítulos por escribir, es hora de explicar cómo el lector se puede empapar de ilusión, alegría y esperanza.
   Sí,  es importante ser solidario pero también disfrutar de las cosas. Aún me acuerdo del comentario de un miembro de una asociación de vecinos de Huesca, hace tiempo, cuando se estaba debatiendo la compra de un televisor para ver futbol por las tardes. Las críticas eran por gastar dinero en algo tan banal. Entonces, en medio del debate, un vecino dijo:  “¿Pero que pasa con esta moral judeocristiana que tenemos todos, es que no se puede juntar la gente en un local para disfrutar un rato o siempre hay que hacerlo para llorar y sufrir?”.
   Pues algo parecido hay que decir en lo fluvial y por ello, aparte de que, el televisor se compró y disfrutó, la crónica en papel ha evolucionado respecto a la presentada hace dos años por internet (retirada para no hacerme competencia desleal) en temas de amenidad.
Y es que este libro debía ser concreto en dos aspectos, ser una fuente de información fidedigna, pero al mismo tiempo divertida.

¿Por qué una fuente de información?

  Esto de que fuera una fuente de información creíble es porque hace tiempo que la gente que apostamos por lo fluvial llevamos detectando una carencia. Recuerdo una reunión de la Asociación Río Aragón en la que se comentó. Cuando se estaba hablando del embalse de Yesa decía una señora mayor,: “En verdad no saben lo que ocurrió”.  
   Se podría traducir por un “no saben nuestra versión de los hechos”.
   Y así era. En ese momento estaba trabajando en la crónica y no abrí boca porque priorizaba mi independencia (siempre se trabaja más cómoda sin presiones) pero me sorprendía  constatar cómo las gente de unos valles y otros llegábamos a la misma conclusión… sí hay un gran desconocimiento popular de lo acontecido alrededor de lo fluvial.
   Al mismo tiempo el enfoque se puede hacer desde muchos puntos de vista. No tengo ningún problema en admitirlo, Jánovas se debería considerar la punta de un iceberg y ese honor lo ostenta porque creo que es uno de los valles de España que más padeció la política de negación ciudadana relacionada con lo hidráulico y forestal.
   Pero precisamente ese dolor y daño sufrido exige tratar la zona con cariño. Sí, el valle ha sido duramente  golpeado pero no por ello es menos merecedor de protagonizar ilusión ciudadana.
   Por eso el relato de su historia, esta crónica, quiere ilusionar emprendiendo una navegación con los nez percés del Parque Nacional de Yellowstone. De paso el lector se entera de lo que es una divisoria continental y aunque sabe de la pérdida de estos indios, tiene una referencia a su página web en” ni míi puu”, su idioma natal…porque los nez percés siguen viviendo en este mundo y navegan por internet como todo hijo de vecino…
   La gente de los ríos no son algo del pasado, forman parte del presente y el futuro. Es la razón por la que la crónica insiste en contar con ellas a la hora de diseñar políticas hidráulicas, de la misma manera que los pescadores gallegos aportaron soluciones para la contaminación de petróleo de sus costas, de las que vivían...y viven.
   Es otra constante de este libro, me negaba a  retratar a las sociedades fluviales como sitios folklóricos  y es más, me hizo gracia leer en un libro de los años setenta cómo los niños aprendían a diferenciar entre pueblos civilizados, salvajes y primitivos. Yo me preguntaba qué diferenciaba a los salvajes de los primitivos (estaba claro que yo, la blanquita europea, era la civilizada). Posiblemente este encasillamiento era una forma de diferenciar a buenos de “malos” (los contestones, seguro).  Son visiones  coloniales que  han tenido éxito en Europa durante demasiado tiempo y ahora que se sabe que no son acertadas, no tiene sentido aplicarlas en lo fluvial, de la misma manera que hay que romper mitos alrededor de las grandes obras hidráulicas.
   Evidentemente los pantanos y las políticas hidráulicas han traído desarrollo y riqueza, negarlo sería algo tan burdo como aceptar que el habitante fluvial es un salvaje (vaya, lo siento por los de Jánovas, les toca la primera etiqueta), o un primitivo que hay que conservar . No, la gente de Jánovas va a necesitar de luz, agua potable e internet para levantar su pueblo pero es que además, pretender que las direcciones “civilizadoras” hayan sido siempre las correctas e inevitables (y lo sigan siendo), es algo que la crónica intenta matizar.
   Así que me encontraba en una posición en la que para romper dogmas tenía que demostrar hechos pero no era ingeniera, científica ni erudita. Mi formación universitaria se le debo a mi profesión que poco tiene que ver con el agua a no ser temas de potabilidad por lo que si quería exponer hechos creíbles, debía encontrar un escalafón adaptado a mis conocimientos, sin arriesgarme a ser considerada una pretenciosa.
   Entonces  me di cuenta de que cuando había estado en ARA, había sido testigo de un momento muy concreto de la reivindicación fluvial de España. Luego he podido recoger testimonios de épocas anteriores  y todo lo podía plasmar en un libro que procura ser un documento sólido porque recoge una  voluntad, querer contar algo vivido desde el esfuerzo de ser rigurosa. Quizás tendrá  gazapos científicos pero creo que tiene valor porque es un testimonio histórico, social y humano. De ahí viene mi apodo, soy una relatora, una persona anónima, desconocida en el mundo de lo fluvial, soy la cronista de la mar fluvial (que ríos hay muchos) .
  Es cierto que cuando entré en la Junta de Río Ara, adopte un papel más protagonista.Pero incluso en estas circunstancias, dados mis orígenes, me conduje con mucha prudencia y en caso de duda optaba por callar y consultar. A esto también me ayudaba mi forma de ser y tendencia a dejar el protagonismo para otros, lo que me permitió ser testigo  de algo más que palabras…sí los ríos son mundos llenos de emociones y merecen atención…si se observan con detenimiento.
   Esta curiosidad por la gente con la que compartía afanes era impulsada por mi falta de implicación directa. Mi inmersión en los ríos fue un proceso de tiempo en el que poco a poco fui cambiando de pareceres y  a menudo me llevaba a acercarme prudentemente, ya que mis ubicaciones no eran tan claras como las que pudiera tener un descendiente de , por ejemplo, expropiados. Mis dudas me obligaban a ir resolviendo porqués sopesando mi herencia como habitante de un territorio beneficiario y deseoso de regadío (la Hoya de Huesca). De hecho me costó tiempo que mi  acercamiento ecologista al río Ara se percatase de su faceta humana. Sí, me costó ver a la gente, decía…por eso este libro trata de esas personas que “descubrí” y que ellas nunca se han nombrado así, la gente…de los ríos.
   Este proceso de convencimiento tuvo una parte compleja cuando exigió un pequeño mea culpa, parecido al que tuvieron que entonar, por ejemplo, las gentes del río Gallego aquel día que nos invitaron a visitar el río y vieron, con horror, como en el camino nos deteníamos a ver la basura que padecía un barranco de al lado. Con enorme honestidad reconocieron que hasta ese momento no la habían visto, mejor dicho, la habían normalizado. Todos caímos en la cuenta de hasta qué punto habíamos dado la espalda a los ríos. Era como si, en cierta forma, lleváramos una venda en los ojos y cuando se nos caía descubríamos nuestra ceguera y no resulta agradable porque aparecían temas de culpabilidad, complicidad (ajena o no), pasados recientes…
   Conste que la barranquera fue limpiada de arriba abajo en una acción de voluntariado y esa misma percepción explica, porqué , el movimiento de Voluntarríos (los que limpian los ríos), tuvo su nacimiento en el valle del Ebro disfrutando hoy día de mecenazgo estatal.
   Pero volviendo al momento en que te quitas la venda, supongo que tampoco resulta agradable al habitante de la gran ciudad ver cómo se han comportado sus hidroeléctricas en otras zonas… insisto, el proceso se reproduce en la misma gente de los ríos….y si no ofrecemos algo, mejor dicho, si no renunciamos a lo que hemos cogido de los ríos, no vamos a poderlos recuperar. Este proceso no lo pueden hacer sólo hacer la gente fluvial, debe participar toda la  ciudadanía.
   Es una generosidad necesaria pero sobre todo rentable… a largo plazo.   
   Por eso la crónica insiste en ella y da muchos ejemplos. Durante años se ha ofrecido gratuitamente por internet, ahora el libro en papel tiene un coste rebajado sobre su precio para ser accesible y facilitar movimientos económicos en momentos que vienen bien, ha sido o va a ser donada a colaboradores que han participado en su elaboración y su lectura procura ser generosa para que todo el mundo se encuentre cómodo leyéndola.  
   Quizás a una persona integral esto le parezca un posicionamiento tibio. Tampoco he pretendido  hacer una biblia de lo fluvial. Los ríos merecen muchas versiones y la mía sólo es una más, surgida, eso sí, de tierras lejanas al valle del Ara, algo que se evidencia en el aragonés que utiliza, el de la Hoya de Huesca.
   He intentado agregar algún vocablo del Sobrarbe pero no quería falsificar un tema que presentaba a gente ajena a nuestras pequeñas diferencias entre el aragonés de un lado y otro. Así que la crónica no se puede considerar sobrarbense pura...a pesar de que trata al territorio con mucho cariño y presenta expresiones suyas ( por ejemplo las palancas, los puentes colgantes). Y lo que indaga del Sobrarbe resulta bastante pionero, como la relación de su candidato a diputado con Juan March o la vida del cura ingeniero que hizo la palanca de Jánovas.
   Ah, es cierto, he hecho alguna excepción en el tema lingüístico como cuando escribo  el Barranqué como lo dicen los habitantes de Barbastro.  En este caso me arriesgaba a un tirón de orejas de uno de ellos…ahora que no me ve, voy a ponerlo como lo decimos en Huesca, el Barranquer...errrrrrr.
   Pero como persona nacida en Huesca también he heredado reivindicaciones históricas de, por ejemplo, el pantano de Montearagón, que iba a servir para desarrollar la Hoya. Con el tiempo he aprendido que los avances tecnológicos hacen que algunas soluciones de los años setenta se puedan abordar desde otros planteamientos (balsas intermedias, modernización de regadío o  limitación por normativa europea) mientras que, guste o no, algunas oportunidades han pasado  para siempre y  otras han surgido sin ser esperadas...
   Posiblemente una hoya llena de huertas y campos de maíz sea un horizonte cada vez más complejo de ver, no sólo por los problemas con que se topan sus impulsores al pretenderlo mediante una gran obra hidraúlica, sino sobre todo por los efectos del calentamiento de la tierra y su salinización, dos de los grandes problemas que afectan a este modelo de agricultura.
   Al mismo tiempo hay que saber ver cómo en ese mientras tanto se ha creado en la misma Hoya (en concreto en el Reino de los Mallos) numersas empresas de rafting, turismo rural, hoteles, campings, restaurantes, bodegas, negocios deportivos, culturales y de turismo vinculados a un río que ya es motor económico de la zona. Lo que es mejor, ha surgido una economía sostenible, con capitales endógenos, distribuida por pueblos oscenses, que no requiere de subvención  estatal, asienta población joven e infantil  y hace posible que aun tengamos un pedazo de rio salvaje y escénico a apenas veinte kilómetros de Huesca, ciudad que espero que algún día reconozca al río Gállego de la misma forma que reconoce los Mallos de Riglos o el castillo de Loarre, como un patrimonio que proteger en su naturalidad.
   Así que la crónica relata los sueños de desarrollo que a lo largo de los siglos el hombre ha tenido sobre los territorios, pero siguiendo el ejemplo de la Crónica de San Juan de la Peña, que narra la historia de Aragón, cuanta también cómo a veces se inventan historias…. porque el mito de la reconquista religiosa de este reino nació en la crónica de San Juan de la la Peña, deseosa de legitimar al recién nacido reino aragonés…
   Hay que reconocer que fue buena idea porque aún nos gusta creer la historia de que “reconquistamos”  nuestra comunidad y su escudo sigue teniendo cabezas cortadas de árabes para que se vea a quién.
   Ah, el poder de los mitos…otra de las razones de la bibliografía de esta obra (en la que también recomiendo libros que han sido de gran inspiración). Aunque no está completa porque hubiera resultado excesiva, detalla  la mayoría de las fuentes con idea de romper falsas ideas y narrar pasados de forma más fiel a como pudieron ser.
   ¿Quiere saber más de estas falsas ideas ? Vaya a los paradigmas de la gestión de nuestros ríos.