martes, 20 de abril de 2010

La estética

  Porque si amigo lector, la crónica de la gente de los ríos tiene estética porque durante sus primero  años la fui escribiendo…a color…
   Primero en los ordenadores de la biblioteca digital de Huesca  y después en el portátil que adquirí (el pobracho no ha sobrevivido a “la causa”). Estaba convencida (una es así de rara) de que si hablaba de cuatro valles y otras zonas la persona de, por ejemplo, el río Ésera, debía poder localizar la información de su valle con facilidad…y por eso escogí un azulito claro.
   El río Ara y el Susía iban de azul más oscuro, el Aragón de celeste, el Gállego de verde oscuro, los del delta de violeta , los BOEs, el Ministerio de Medio Ambiente y la CHE de rojo,  las eléctricas e ingenieros de naranja…y así iba haciendo un texto muy mono a todo color que… resultaba una tortura para la lectura. Mi maquetista fue la que me tuvo que convencer de lo imposible de esta idea en nombre de su salud y la de los ojos de los lectores…
   Pero este origen, en el que no descuidaba ver impreso el libro para contemplar la mezcla de colores y su “estética”, ha hecho que, en el fondo, mantenga un diseño diverso. Y es que los relatos se entremezclan de la misma forma que hacían los colores, dando un ritmo muy especial. El lector termina aprendiendo que lo importante de la crónica no es el dato concreto, sino el conjunto de datos que conforman el todo, lo que se le presentan apareciendo y desapareciendo de la misma forma que hacen las corrientes que forman los ríos.
   Por eso su lectura da sensación de ir de un lado a otro con un tema que sale, desaparece, vuelve a salir y termina dando entrada a otro…siguiendo la misma corriente, algunas paralelas e incluso otras contrarias hasta llegar a un recorrido fluvial muy pensado. No es casual la convivencia del relato del genocidio armenio con las quejas del ingeniero Urrutia en el Senado de España. Estoy anticipando un futuro y al mismo tiempo presentando un presente semejante. “Los nabateros son peligrosos” , dice Urrutia, lo que equivale a decir que “sobra gente en los valles, sobre todo determinada gente, la que tiene derechos sobre el río que ambiciona su hidroeléctrica”…también para los turcomanos “sobraban armenios” y “eran peligrosos”…dos colores que se mezclan porque provienen de paletas semejantes.
   Gracias a esta ideación estética también ha sido posible la aparición de otro elemento fundamental, el que denomino contrapeso emocional. Y es que era importante que el lector tuviera noticia de, por ejemplo, el genocidio armenio, pero no quería que se agobiara con el tema. La forma de “aliviarle” era mediante el contrapeso, noticias esperanzadoras sobre el salvamento de la población armenia de Van o actuaciones para proteger a sus huérfanos. La dura realidad es que estas intervenciones fueron muy minoritarias pero me permito estas concesiones o señalo los hechos de forma “exagerada” para que el lector descanse de la dureza de una de las primeras persecuciones modernas de civiles. Lo cierto es que resultó implacable…y no se detuvo del todo al final de la I Guerra Mundial como doy a entender, otra de las concesiones que se toma el libro para dar un respiro .
   Hay que reconocer que el siglo XX, en temas humanos, es duro de relatar y sobre todo presentar. Y es que cuando haces una historia de los derechos humanos, debes contar las barbaridades que llevaron a crear los organismos de control que hoy disponemos y claro, este relato no resulta fácil. Por eso los contrapesos emocionales han resultado importantes para este libro y cuando no los tenía, me dediqué a buscarlos (debido a ello la crónica habla de, por ejemplo,  personas más conocidas en el mundo sajón como Emilia Hobhouse y su labor en la guerra Boer).
   Otra opción personal que tomé fue la de escribir el mínimo de veces  la palabra muerte o el verbo morir además de mantener la constante de que el libro lo pudiera leer un niño (aunque no sea así) y presentar la información de forma no agresiva. La violencia se percibe en lo contado, no hace falta regodearse en ella ni es necesario dar cuerda a la morbosidad.
   En tema de derechos humanos y enlazando con el resto del libro, en general el de las políticas hidráulicas de España y Portugal, el investigador trabaja sobre un fondo emocional duro ya que hay mucha historia desgraciada detrás de estas grandes obras. De hecho, durante mi investigación me topé con extrañas muertes y evidencias de acosos a personas con nombre y apellidos con el objetivo de que perdieran propiedades o derechos sobre el río. Lo complicado de ello es que luego, a la hora de presentarlo, ocurre lo mismo que con temas relacionados con los derechos humanos. Para unos puede ser algo exagerado (como se empeñan los pronazis cuando hablan del Holocausto judío ) y para otros algo evidente (como afirman los familiares de las víctimas de los campos de concentración y gran parte de la humanidad) .
   Así que siendo consciente de que debajo de los pantanos, como dice el libro, hay mucha lagrima de río y gente de los ríos no reconocidas por la sociedad peninsular(y eso es otra de las cosas que dificulta su presentación), recojo otra influencia de la Asociación rio Ara, al presentarlo como testimonios y prescindir de su carga emocional . Me ha parecido más importante enganchar en otras emociones que también se dan en lo fluvial ya que si estuviéramos hablando de algo que ya no tiene remedio, quizás procedería provocar la lágrima sin fin, pero como en el tema de los embalses quedan muchos capítulos por escribir, es hora de explicar cómo el lector se puede empapar de ilusión, alegría y esperanza.
   Sí,  es importante ser solidario pero también disfrutar de las cosas. Aún me acuerdo del comentario de un miembro de una asociación de vecinos de Huesca, hace tiempo, cuando se estaba debatiendo la compra de un televisor para ver futbol por las tardes. Las críticas eran por gastar dinero en algo tan banal. Entonces, en medio del debate, un vecino dijo:  “¿Pero que pasa con esta moral judeocristiana que tenemos todos, es que no se puede juntar la gente en un local para disfrutar un rato o siempre hay que hacerlo para llorar y sufrir?”.
   Pues algo parecido hay que decir en lo fluvial y por ello, aparte de que, el televisor se compró y disfrutó, la crónica en papel ha evolucionado respecto a la presentada hace dos años por internet (retirada para no hacerme competencia desleal) en temas de amenidad.
Y es que este libro debía ser concreto en dos aspectos, ser una fuente de información fidedigna, pero al mismo tiempo divertida.

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