martes, 24 de mayo de 2011

Feria del Libro Aragonés de Monzón-intervención

Presentación Feria de Monzón

Buenos días

Debo decir que me siento privilegiada por presentar la Crónica de la Gente de los Ríos en esta Feria del Libro de Monzón, encuentro al que he tenido la suerte de acudir como lectora y esta vez, como escritora, ya que este año debuto con esta obra.
¿Qué fue lo que me empujó a escribirla?
Pues las ganas de contar un pasado muy reciente, que abarca del siglo XVII hasta 1950 y narra lo acontecido a orillas de los ríos aragoneses, españoles y del mundo.
¿Y por qué se me ocurrió?
Porque después de disolverse una entidad ciudadana a la que pertenecía, la Asociación Río Ara, que trabajaba por la promoción de dicho río y consiguió el descarte del embalse de Jánovas, me dio pena perder la información que se había recopilado.
Así que decidí ampliarla emprendiendo una investigación independiente que me llevó varios años y por fin la presenté en formato de libro. Un relato novelado que además, dispone de setenta fotografías, muchas de principios de siglo, que corroboran lo narrado.
¿Cuál es, por tanto, el objetivo de este libro?
Ofrecer, por fin, un marco histórico a las narraciones orales que abundan en nuestra provincia en las que nuestros padres o abuelos intentan explicarnos porqué tuvieron que dejar su pueblo o casa.
Pero ojo, este libro también apoya al que ahora no quiere dejar su aldea u hogar, entendiendo que vivir a orillas de un río es un derecho de la misma categoría que vivir en una capital de provincia o de reino.
Uy, si ya estoy hablando de reinos…y como no, en una Feria del Libro Aragonés.
Porque creo que esta crónica, a la gentes ajena a estas historias, nos ayuda a recuperar esa dignidad que los aragoneses nos hemos ido dejando perder cuando decidimos creer que el desarrollo era un asunto en el que poco teníamos que decir o empezamos a pensar que nuestro futuro era mejor que otros lo escogieran por nosotros..
Sí, yo creo que la Crónica de la gente de los ríos ayuda a recuperar autoestima porque desvela un pasado con intención de comprometerse con el presente y el futuro.
Y es que en ese pretérito se aprecia que nuestro actual destino fue influenciado por intereses que se gestaron alrededor de las riquezas naturales de nuestros valles.
Es cierto que parte del protagonismo de su explotación fue nuestra. De hecho el Regeneracionismo , los pantanos, la hidroelectricidad y el regadío fueron factor de riqueza y desarrollo en Aragón y aún tenemos en un panteón a su mayor representante, Joaquín Costa. Pero también es cierto que la emigración, la desidia política, las expropiaciones y compraventas mal llamadas amistosas, fueron el pan de cada día de amplias zonas de nuestro territorio, de tal forma que podemos constatar que la electricidad y gestión del agua también han ido acompañadas de sufrimiento humano, explotación obrera, destrucción rural, colonialismo y sustento de intereses lejanos. A veces de ciudades tan distantes como Madrid, Barcelona, París o Bilbao y otras de empresas tan ajenas como Catalana de Gas, Fuerzas Eléctricas de Cataluña, Endesa o la bilbaína Iberdrola, la antigua Iberduero.
Por ello, leyendo este libro veremos cómo fueron unos vascos los que ampliaron la estación de tren de Barbastro o de qué forma un pequeñito valle pirenaico del Ésera daba luz a casi media Barcelona mientras Sabiñanigo inició su andadura industrial de manos galas.
Es alguna de las historias que podemos encontrar en esta crónica, que de forma amena nos cuenta como en un momento éramos una especie de Amazonia pirenaica en la que la riqueza no era el caucho ni la madera exótica, sino el llamado oro blanco, la energía hidroeléctrica.
En estos contextos de abundancia de ríos y codicias, amanecieron iniciativas relacionadas con canales de navegación y regadío que entendieron que traían tanto beneficio que jamás cuestionaron su proceder y tecnología, hoy altamente criticadas desde los derechos humanos, el patrimonio, medio ambiente y modernas soluciones como embalses intermedios y modernización de regadío.
Pero en estos principios hay que decir que a estas iniciativas se sumaron capitales locales que por ejemplo hicieron posible la electrificación del Altoaragón con precios más populares que los de la ciudad condal, o inauguraron las harineras modernas del territorio protagonizando una importante actividad económica desde molinos, batanes, eléctricas, serrerías, minas, comercios, puentes y aldeas.
Y así se puede contar cómo numerosos pueblos oscenses importaban piedras de moler de la fábrica más importante del mundo, la francesa de la Ferté, o una hidroeléctrica a orillas del Ara fue capaz de montar más de cien kilómetros de cable para dar luz a pueblos de la sierra de Guara y del mismo valle. Sí, este fue el molino de Boltaña.
Entidades dirigidas por gentes que entendían la explotación de los ríos de un modo que hoy llamaríamos sostenible y por tanto nos pueden enseñar mucho, ya que la actual cultura y forma de gestionar el agua que emana de Confederaciones Hidrográficas, determinadas empresas de regantes e hidroeléctricas, padecen graves carencias.
Un mundo tradicional que, hasta ahora, unos se empecinan en tachar de antiguo y artesanal y otros nos atrevemos a calificar de protoindustrial o e incluso a decir que era claramente industrial. Un mundo que quizás ha sido tan despreciado y olvidado porque pertenecía a una sociedad pequeña y modesta, la de nuestros abuelos y padres.
Unas gentes no pobres pero si sencillas, no influyentes pero con gran fortaleza interior. Por eso, como su conocimiento del medio les permitía y permite siguen apostando por la vida de unos paisajes tan codiciados como hermosos, los protagonistas de este relato son ellas, la gente de los ríos. Personas que la Unesco dice que hacen río porque que tras miles de años de sabia y ordenada gestión disponen de una economía, medio de vida y cultura que merece nuestra atención.
Y es que muchos de las retos del futuro están condensados en sus obras hidráulicas, bastantes en ruinas, otras reconstruidas, pero todas dignas de respeto y admiración. Así que este libro también habla de puentes, acequias, palancas, azudes, balnearios, nabatas, pesca y todo lo que se nos ocurra para relacionar mundo rural con economía y río.
Y claro, si empezamos a hablar de dinero toparemos con la alianza del gran capitalismo con los fascismo europeos y su condensación en el Franquismo y la Democracia.
Porque tras un golpe de Estado, una dura Guerra Civil y Posguerra con efectos sobre los ríos que también son narrados, como los trabajos de los prisioneros republicanos en el Añisclo, hoy Parque nacional; o la presión estatal sobre empresas como el batán de Lacort, a orillas del Ara, vemos cómo la hostilidad del gran capital se exarceba a partir de los años 50 con la excusa del bloqueo energético norteamericano.
En esos tiempos la dictadura Franquista hacía los posibles por distanciarse de los fascismos recién derrotados, pero en su fondo seguía siendo un gobierno alejado de su ciudadanía y favorecedor de grandes empresas. Lobbies económicos que estimulan un nterés general que aún se atreven a decir que es nuestro y la crónica detalla en los valles para señalar verdaderas intenciones.
De esta forma descubrimos los “modus operandi”, las formas de proceder que enmarcan las historias que nos han llegado por vía oral.
Como esa de los vecinos de Mediano, que nos dicen que de un día para otro y sin avisarles llenaron de agua su pueblo y tuvieron que marchar corriendo, o la violencia personificada en un trabajador de Iberduero que patrullaba con armas por el valle del Ara y fue el que cerró la escuela de Jánovas.
“Modus operandi” que se compartieron con otros territorios de España y Portugal y explican la impunidad que tuvieron ingenieros, empresarios y políticos dedicados a trabajar para que el fin justificara los medios.
Un preceder que en nuestro territorio se agravó con las políticas forestales y de preservación de embalses, que entendían que el habitante de los bosques era un enemigo y explican el porqué tanto pueblo deshabitado. Una versión de la historia que pone un poquito en su sitio la dignidad de los habitantes rurales, que han de escuchar versiones de su desaparición bastante falseadas mientras la suya es ignorada y merece que le prestemos atención.
Por eso este libro desea enmarcar en su justa medida lo acontecido. Lo hace mediante un relato basado en documentos reales que ha sorteado arcones secretos y averiguado el marco legal, histórico y real de la pequeña historia de estos territorios.
Un libro que nos ayuda a comprender la evolución social de nuestra tierra y porqué algunos nuevos intentos de colonización son actualmente rechazados. Pero a pesar de constatar la diferencia de modelos de desarrollo que podemos aplicar en los ríos, la crónica desea encontrar puntos de encuentro.
Y lo hace empujada por el ejemplo de las primeras víctimas de Confederaciones, Hidroeléctricas y Ministerio de Medio Ambiente, que a pesar de la dureza con que fueron tratadas supieron emigrar a otros puntos de la geografía española o francesa, adoptaron otros pedazos de país y con mayor generosidad vincularon a sus descendientes con un paisaje codiciado pero no por ello despreciable.
Así que esta es otra intención de esta obra, acercarnos al aspecto humano de estos hechos, a lo que verdaderamente vivieron los vecinos.
Por ejemplo el hostigamiento que sufrió el molino de Guaso, cerca de Aínsa, cuando se convirtió en enemigo por ser fuente de riego de la huerta de una zona condenada a morir. El relato de una resistencia que ya había sido protagonizada hacía años cuando uno de sus propietarios fue candidato a diputado por el Sobrarbe…
A menudo los que nos acercamos a la historia del valle del Ara y el embalse de Jánovas decimos que es la punta de un iceberg en el que se manifiesta el abuso de poder del hidroeléctrico sobre el mundo rural, pero al mismo tiempo vemos cómo los vecinos de la zona reaccionan y por ejemplo los de Ligüerre de Ara consiguen levantar un puente que les une con la carretera y evita la desaparición de su aldea, hoy punta de lanza del turismo rural.
Así que la crónica nos va contando la historia pequeña, la historia de una voluntad de creer en la vida, de una lucha de pequeños contra grandes que tenemos la suerte de que en el Ara, de momento, parece que están ganando los modestos.
No siempre ha ocurrido así, ni en Barasona, ni en la La Peña, Yesa, Escales, El Grado, Mediano o bosques del Sobrepuerto o la Solana, pero su relato nos refleja la historia de personas sencillas, a veces familiares, otras no, pero en el fondo muy cercanas porque sus emociones, limitaciones y sentimientos son muy nuestros.
Y ello es porque contrariamente a lo que se empeña la historia oficial, sobre todo eran y son ciudadanía, personas como nosotras con sus vidas, familias, trabajos y sentimientos. Emociones que fueron lo que me empujó a hacer su crónica, la de la gente de los ríos.
Un paseo por lo fluvial que desea ser un punto de encuentro del pasado con el presente y el futuro y que espero que sepan disfrutar.
Gracias por una atención y un río de saludos.