domingo, 20 de junio de 2010

Primer discurso de Urrutia, senador de Huesca

Y presidente de la Ibérica, que hace una larga intervención apostando por la energía hidroeléctrica y demandando apoyos. Entre otras cosas se queja de la especulación que se está dando en los saltos, ya que le está impidiendo hacerse con nuevas concesiones...


El Sr. Urrutia: Señores senadores, en primer lugar, he de saludar a la Cámara y a la presidencia, y pedirles su benevolencia, por ser esta la primera vez que me encuentro en el trance de tener que hablar ante una Asamblea tan respetable. Voy a tratar de un problema que me parece de una trascendentalísima importancia para los intereses nacionales. Siento que no esté presente el Sr. Ministro de Fomento….
Y expuesto esto, he de consignar las razones de que yo, el parlamentario “mudo”, como me llamaba alguien que se sienta cerca de mí, en esta tarde y en este momento, y en ausencia del Sr. Ministro de Fomento, trate el problema de los saltos de agua, objeto de un amplio y largo debate en la otra Cámara, pero que no podía menos de ser recogido aquí, sobre todo por mí, que tengo condiciones especialísimas que obligan a ello…
La primera razón es que ostento la representación de una provincia como la de Huesca, que se caracteriza principalmente por ser una de las más ricas en potencia hidroeléctrica. Cuando se hable, se diga, se legisle sobre la riqueza hidroeléctrica, afecta directamente a esta provincia, y afectando a la provincia, es lógico que yo, su representante, lo recoja, hable y exponga todo aquello que en beneficio y defensa de aquella industria crea que se deba decir.
Otra razón por la cual yo debo hablar; es por ser presidente de la Asociación de Entidades Productoras y Distribuidoras de Energía Eléctrica, es decir, de toda la industria eléctrica de España. Esta industria ha celebrado recientemente una Asamblea,  en esta Asamblea, alarmados ante los concurrentes por las determinaciones que se han ido tomando por los sucesivos Ministros y Ministerio, singularmente por el actual Ministro de Fomento, con el último decreto, han creído, fundadamente, que sus intereses corren grave peligro, y me han encomendado la misión, para mí difícil, de hace consignar aquí los puntos de vista de la industria en particular, que, después de todo, es la única que existe en España, y que estos puntos de vista sean oídos por el Ministro de Fomento y por el Gobierno de S. M. , que bien vale la pena de considerarlos merecedores de su atención.
Y por último yo que llevo veintiséis años consagrado a la industria hidroeléctrica y que si no soy el mas veterano de ella, ando muy cerca, por lo menos soy el más perseverante, veintiséis años, repito, de vida e ingeniería consagrada exclusivamente a la industria hidroeléctrica, si dejara pasar un momento de esta naturaleza, planteado el problema en la otra Cámara, parecería que no cumplía con mi deber y, por tanto, yo, cumplidor del mismo, me atengo a él y éste es otro motivo que me obliga a hablar ante la Cámara, y por eso la suplico que me excuse si distraigo su atención y si no tengo elocuencia para entretenerla.
(El Sr. Sánchez y Sánchez: está la Cámara oyendo S. S. con mucho gusto)
Me va a permitir la Cámara una digresión, quizá algo que pudiéramos llamar una perogrullada, que es demostrar la importancia de la industria hidroeléctrica en España.
Hoy está de moda, como lo estuvo en algún tiempo el programa de la política de irrigación, el programa no político afortunadamente, y quiera Dios no caigamos en semejante defecto, de laceración de la riqueza hidroeléctrica, base, fundamento y esencia de todas las demás industrias que se pueden crear si se dispone de energía eléctrica barata. En ellas están comprendidas todas la manifestaciones de  industria, desde la de tracción hasta la del último molino, hasta la de la calefacción, hasta la del simple  ventilador y del alumbrado, es decir, la energía eléctrica llena hoy de manera tan amplia las necesidades nacionales, que puede ponerse en parangón con cualquiera otra de las industrias, incluso con la de transportes, que tanto está preocupando a la opinión pública y al Parlamento español.
Voy a permitirme hacer nada más, y a modo de rasgos generales, una ligera comparación de la industria hidroeléctrica con cualquiera de las industrias, y voy a fijarme, por ejemplo, en la industria hullera. Si dijera yo a los Sres. Senadores que la industria hullera es de una importancia trascendentalísima en España, sería decir lo que todo el mundo conoce, pero desde el momento en que cabe, a mi juicio, una perfecta comparación, no por la relación que ellas tiene entre sí sino por la importancia que cada una de ellas supone, diré que la industria hidroeléctrica tiene hoy una ventajosa comparación en relación con la hullera, en el valor de los productos que lanza la mercado, su producto puede llamarse la corriente eléctrica, que no representa menos del 40 por 100 de la industria hullera, y cuenten los Sres senadores que la industria hullera exige todos los trámites de su laboreo, etcétera, etc. y además tiene defectos de esencia, como el de consumo, que la lleva al agotamiento, porque si hoy explotamos es porque otras generaciones no lo supieron hacer, y si nosotros agotáramos la riqueza hullera, otras generaciones no la encontrarán , y la industria hidroeléctrica tiene la ventaja inmensa de su permanencia absoluta, es riqueza creada “per vitem eternum” y en este orden de consideración, tiene una importancia grandísima. Se ha discutido en esta Cámara la importancia de la industria hullera, se han discutido los puntos de esencia, de vida de esa industria, se ha discutido la necesidad y se ha aprobado la propuesta y acordado por el Ministerio de Fomento proteger en términos tales esta industria que quizá ha lesionado grandemente a otras. ( El señor Guillén. Ya lo creo) y me parece que no esté de más que consideremos digna de atención a una industria de esta naturaleza que hasta ahora nada ha pedido ni nada se le ha concedido y la que se le ha sacado mucho….(…)
Pues bien, la industria siderúrgica en España escasamente representará la tercera parte de la importancia que tiene la industria hidroeléctrica, puede producir 300 ó 350.000 toneladas al año, el valor de sus mercancías salientes puede ser escasamente de 100 a 150 millones de pesetas. La producción actual de la industria hidroeléctrica supera a esa cifra. Los 100 millones de kilovatios-horas-año que se producen en España suponen un valor real y efectivo para la economía nacional superior a esa cifra, y téngase en cuenta que no corre peligro, no tiene otro que el que puede derivarse de las determinaciones insensatas o poco meditadas que puedan tomarse desde el Gobierno de la nación…(…)
De todo eso se deriva la importancia de la industria hidroeléctrica, su característica creadora como no la tiene ninguna otra industria, porque como he dicho antes, es la esencia de otra porción de industrias, pudiéramos decir que de todas, pues ninguna escapa a esa necesidad, y no hay ninguna que no tenga que contar como primer elemento de vida con la electricidad, lo mismo las industrias químicas, qu las siderúrgicas, etc. En general, todas las manifestaciones de la industria han de recurrir a a energía eléctrica como primer elemento.
Pero hay un aspecto nacional de trascendencia colosal que hasta hoy, si está en la mente de todos, no está ni discutido suficientemente ni debidamente estudiado ( y eso lo digo con cierto sonrojo) por los técnicos españoles, como se debiera haber hecho siguiendo el ejemplo de otras naciones; me refiero a la tracción eléctrica.
He de hacer dos consideraciones respecto de esto: primera, la tracción eléctrica es una necesidad que se viene encima y determinada precisamente por la insuficiencia de la producción hullera nacional; segunda, la tracción eléctrica se impone porque representa una economía grandísima en la explotación de nuestros ferrocarriles.
Es uno de los procedimientos de redención que éstos tienen para la catástrofe que se anuncia y que ha motivado la discusiones que en la otra Cámara mantienen tenga una solución, no por ser parcial, de poca importancia en la tracción de ferrocarriles.
Pues en este momento, Sres Senadores y señores del Gobierno, en que, así como todos los países de Europa tienen formado criterio de cómo ha de efectuarse esa tracción eléctrica, qué tipo de corriente, qué características de tracción, etc. , en definitiva todo aquello que técnicamente ha de tenerse en cuenta al implantarse, en España resulta que por todo  haber ( y vergüenza me da decirlo como ingeniero español que soy) contamos con un informe de tres ingenieros ¡pero qué informe! Uno opina que debe emplearse la corriente continua, otro que la corriente alterna monofásica y el tercero en discordia no se pronuncia por nada; tranquilo y entre líneas viene a decir: “ yo no digo nada”.
Eso es todo lo que se sabe de la técnica de la tracción eléctrica oficialmente en España. Y por eso, teniendo la importancia que tiene, digo yo: ¿y no debe el Gobierno de la nación y el Senado en sus funciones legisladoras tomar aquellas medidas necesarias para formar un criterio técnico que falle y para la protección de esa industria? Y yo llamo protección a fomentarla, darle vida; pues no pide hasta ahora protección que directamente han pedido otras industrias. Vamos  ahora a ver cómo ha procedido el Estado en todo el tiempo transcurrido desde que se inició la intervención del Poder central del Gobierno, en la industria hidroeléctrica o, mejor dicho, en la industria hidráulica.
En primer lugar por el año 66 (el Sr. Ministro de marina, jurisconsulto eminente, me rectificará lo que haya que rectificar) se empezó por decretar que los cursos de agua eran cosa pública, eran del Estado. De ahí nace un comienzo de discusión y de preparación de una Ley de Aguas. En esa discusión, y en esa preparación se tuvo en cuenta, y es lógico, lo que entonces interesaba. Entonces interesaba a la nación el problema de la irrigación, en España el problema de la irrigación es un problema de trascendencia extraordinaria ( el Sr. Vizconde de Eza puede decirlo) es de los problemas salvadores que desde el Ministerio de Fomento se pueden enfocar como medio de redimir la situación difícil creada a la nación por el acúmulo de gastos que se le viene encima motivados por sus propios servidores, que quizá ni pensando ni meditando bien el resultado de su actuación, pueden haber ido más allá de lo razonable y llegar a un caso como aquel de los hijos que pidieron a su padre el trigo de la sementera para gastarlo en otras necesidades, y en años sucesivos no pudieron sembrar y se produjo la miseria absoluta de la familia (Muy bien).
Sigamos adelante. Por el año 79 se promulgó la Ley que se llama de Aguas, ley que se enfocó casi exclusivamente hacia el problema de la irrigación. Creo que consta de 258  artículos, de los cuales, pertinentes a la parte hidráulica, a la parte mecánica del aprovechamiento de los ríos, escasamente hay seis. No es que esto sea una argumento definitivo, pero algo quiere decir ya que los legisladores, que realizaron un trabajo meritísimo, pensaron que necesitaban 252 artículos para regular lo referente al problema de irrigación y les bastaba con seis para el aprovechamiento mecánico de las aguas.
Después de eso, la única actuación legislativa, la única intervención de las Cortes para la regulación de riqueza tan trascendental ha tenido lugar hace tres años, debida a la iniciativa del Diputado Sr. Méndez Vigo, ingeniero conocedor del problema, que trató de aprovechar en beneficio de la industria hidroeléctrica lo que se legislaba en favor de la industria nacional, y el dignísimo Presidente de esta Cámara, mi querido amigo, recogió estas iniciativas y las perfeccionó en el Senado, y al hacerlo, consiguió una cosa de gran importancia: los saltos de agua, para su construcción, exigen la presa, el canal, la conducción forzada, la casa de máquinas y los mecanismos.
Primero. La Ley concedía el establecimiento de estribo de presa y la servidumbre correspondiente, pero no la del remanso, y esta es una grave inadvertencia, porque, como es sabido, no cabe presa sin remanso, como no puede haber cuerpo sin alma.
Segundo. No se podía expropiar el terreno del establecimiento del edificio donde había de ponerse el aprovechamiento, y todo esto se remediaba venciendo la codicia  de los propietarios y mil dificultades, y muchas veces anulándose intentos de trascendencia grande para el beneficio industrial.
Y entonces, digo, aprovechando la oportunidad de discutirse la Ley de Protección a la industria nacional, se adicionaron dos artículos, por virtud de los cuales cabe hoy la expropiación de terrenos para embalses y para el establecimiento de las casas de máquinas y servicios anexos. Ello ha facilitado extraordinariamente el problema, pero bien poca cosa es y mucho el lapso de tiempo transcurrido antes de que en las Cámaras se haya discutido esto. Después, ya no hay nada legislado; lo que hay son Reales Órdenes y un Real Decreto del Sr. Cambó.
¿A qué va este Real Decreto? A la necesidad perentoria que yo apuntaba algún día al Sr. Vizconde de Eza y al propio Cambó, de que se evitara a todo trance la situación en que está la riqueza hidroeléctrica española, porque la Ley de Aguas española, libérrima como producto de una época en que no se concebía más que dar facilidades a la iniciativa particular para el desenvolvimiento de la riqueza, consentía que cualquier ciudadano español o extranjero , o indocumentado, en definitiva, porque no se le exigía ni la cédula personal, pidiera una concesión y obtuviera lo que un ilustre político llamaba los “papelitos”, y con los “papelitos”, este buen señor empezaba a pasear por España, primero a ver si encontraba quien pagase aquellos “papelitos”; y por el extranjero después, era poseedor de un tramo de río que nadie podía tocar, y él se cuidaba muy bien, si en algún momento peligraba su postura por incumplimiento de alguna claúsula, de buscar ayuda de valedores políticos para torcer el intento de la Administración recta.
Y gracias a que, contra lo que muchas veces se dice, nuestros funcionarios han tenido por lo general, un sentido de honradez, y esas maniobras no siempre han prevalecido, muchas veces han fracasado.
Tal estado de cosas había que remediarlo. A esto han conducido algunas publicaciones que he lanzado, que han merecido por lo menos el honor de ser discutidas, lo cual indica que algo querían decir. Ministro Sr. Cambó, un poco más previsor y un poco más cauto que el propio señor Ministro de Fomento actual, tuvo la acertada idea de consultar con los industriales hidroeléctricos, con los técnicos de Fomento y con todas las personas que podían conocer el asunto, como lo intentó el Sr. Vizconde de Eza cuando fue Ministro de Fomento y no pudo llevar adelante sus ideas porque la política, desgraciadamente, dio al traste con los propósitos de tan distinguido Ministro.
Y el Sr. Cambó, oyendo a todos, se formó la idea de que era preciso, a todo trance, cortar este estado de cosas, y de ahí procede su Real Decreto y su intento de Proyecto de Ley de Aguas. Y en el Real Decreto se establecen ya claúsulas en que se recoge, primero, aquello de la iniciativa de nuestra Presidencia y del Sr. Méndez Vigo, para hacerlo extensivo, no ya a los aprovechamientos que estuvieran al amparo de la Ley de Protección a la industria nacional, sino también a todo aprovechamiento hidráulico que se solicitara, y además, a evitar que en el período de información habilidades de documentos, incluso en las jefaturas de Obras Públicas, una simple enmienda en el plano o una adicción en la memoria bastasen a algunos señores para que dijeran que presentaban proyectos mejorando el anterior , y con ello, sin iniciativa ninguna y al acecho, cazar una concesión en la cual no habían pensado nunca. A evitar esto fue el Real Decreto del Ministro de Fomento de entonces.
Y por último viene la actuación del actual Ministro de Fomento, que con una capacidad y suficiencia que otros creyeron no tener, prescinde de asesoramientos, para mi absolutamente necesarios, de dentro y fuera de la casa, y se lanza con un Real decreto, cuyo resultado ha sido producir la alarma más formidable en la industria hidroeléctrica.
Pasemos por alto si el Real decreto vulnera o no preceptos legales, que no es el caso, para mí al menos, ya que no soy persona entendida en la materia y que pueda discutirla, pero un Real decreto que restablece el principio de la reversión de las concesiones en sesenta y cinco años, partiendo de lo que eran a perpetuidad, tiene que ser positivamente una lesión grave par el desenvolvimiento de la industria hidroeléctrica, sino se fijan otras compensaciones. Eso, a mi juicio, es evidente.
El Sr. Ministro de Fomento actual, no sé yo que haya pensado en semejantes compensaciones, por lo menos no había pensado; quizás advertido por alguien- y no me excluyo de la advertencia-ha visto lo grave del caso, y creo que no piensa hoy como
En definitiva, la industria hidroeléctrica hay que tratarla y considerarla con un exquisito cuidado, por la importancia que tiene y, por lo tanto, medidas de esta naturaleza no pueden tomarse si no son muy meditadas, muy estudiadas, teniendo en cuenta los intereses que se pueden lesionar y, sobre todo, viendo claro el horizonte y el fin de la jornada; es decir, a dónde se va, que es lo que no se ha visto con ese Real decreto.
Una rectificación del Sr. Ministro de Fomento en la otra Cámara que tuve el honor de oír, me tranquilizó algo en cuanto a lo segundo. Vi que según manifestaciones suyas, el Real decreto era un compás de espera y una barrera, por decirlo así, para parar especulaciones e intervenciones particulares que pudieran perjudicar a la riqueza, en general, y a los interese del Estado en particular, y que era propósito suyo formular inmediatamente un proyecto de ley, para lo cual invitaba al señor Bastos, que era quien le había interpelado sobre el asunto,  a que le prestase su cooperación, a mi se me ha hecho una indicación análoga. El Sr. Bastos se puso incondicionalmente a la disposición del Sr. Ministro, y yo me pongo a su servicio, como al de todos los que le ha precedido y le sucedan mientras les sirva de algo.
Pero el caso es que las cosas, hoy en estado de derecho, se hallan en esa forma, y urge por lo tanto, que ese estado de derecho no subsista, que esa interrupción de concesiones sea determinada por el decreto lo menos larga posible para causar el menor daño, y después de eso, con tranquilidad, bien documentado el Sr. Ministro, asesorado por quienes puedan asesorarle dentro de la casa sin interés particular de ninguna especie , por aquellos que tienen intereses particulares legítimos, que han de saber si salen o no lesionados y, en definitiva, siempre mirando a los intereses primordiales de la economía nacional del Estado, que redacte y presente a las Cámaras un proyecto de ley que se discuta con serenidad, sin que sirva de bandería política ni de plataforma para que un señor se ponga sobre ella y presente su figura política con un relieve que realmente no tiene.
De manera que estas son, como digo, las actuaciones que ha habido por parte del Estado que, como ven los Sres. Senadores, no han sido muy famosas, en pro de la industria hidroeléctrica, y ahora me van a permitir SS. SS. que apunte otras actuaciones, por desgracia bien lamentables.
Actuación del Ministerio de Hacienda. El Ministerio de Hacienda, que tenía un antiguo tributo de consumos,  por alumbrado de petróleo, etc, al ser sustituido ese medio de uso doméstico por la corriente eléctrica, estableció un impuesto. La cosa es lógica-así lo estimó la industria hidroeléctrica-; pero lo que no es lógico es el procedimiento, porque además de haber forzado el importe de ese consumo, de esa recaudación, que constituye una renta del Estado, todo lo que podía, lo recauda de unas maneras a veces cruel.
El Ministerio de Hacienda, a cambio de asegurar una recaudación, no tiene inconveniente, en muchos casos, de incurrir en el peligro de abusar, que a tanto equivalen cosas como las que voy  pintar. A título de investigación de unos señores inspectores de Hacienda, que dicen que van a defender los intereses del Estado, pero permítame la Cámara crea yo a veces piensan en los suyos, en una entidad , que en todo momento puso toda su contabilidad a la disposición de Ministerio de Hacienda y sus funcionarios, encontraron materia, primero de ocultación y luego de defraudación; defraudación que importaba x pesetas, por ejemplo 40.000. Pues ¿saben los Sres Senadores la cifra de garantía que ha tenido que consignar esa entidad? Le dicen un día que 80.000 pesetas, pasan veinticuatro horas y ya eran 150.000, no habían pasado otras veinticuatro y ya eran 190.000 y a las tres horas siguientes se elevaban ya a 240.000. Esta es la actuación del Ministerio de Hacinada en esta industria.
Otra actuación peregrina. Yo suplico a los señores Senadores que presten a esto singular atención, no por el hecho en sí, sino por lo que supone el abandono en nuestros  funcionarios y en nuestra Administración de las funciones graves y trascendentales que le están encargadas. Se venía liquidando los derechos reales de las concesiones de saltos de agua, con un criterio que no sé si era, pero, cuando menos, era un criterio que no levantaba protestas de la naturaleza de la que voy a exponer.
Llegó un buen día y para simplificar, un funcionario del Ministerio de Hacienda propone al Ministro la breve y sencilla fórmula de cobrar por cada caballo que se conceda, considerando que produce una renta de 130 pesetas al año, o sea un valor en capital de 2.600 pesetas caballo.
¿Cabe esto en cabeza humana? Por fortuna, el actual Sr. Ministro de Hacienda se ha hecho cargo de la enormidad y vamos camino de remediarla. Mas en este orden de ideas, no han estado los Ministros parcos en sus resoluciones, llega el problema del carbón y plantea la cuestión la industria hullera, la que para poder mantener sus masas obreras, necesita el auxilio del Arancel o, de lo contrario, dice que tiene que cerrar las minas; se dirigen entonces a la Comisión protectora de la Producción nacional, de la cual es presidente el señor Sánchez de Toca, y el asunto se discute entre los señores que forman esa Comisión y me toca  la honra de intervenir en esa discusión y, naturalmente, interviene el interés de las Compañías ferroviarias, el de la industria hidroeléctrica y el de la industria del gas, consumidores de carbón, todas ellas intervenidas por el Estado en el suministro de la  energía y dicen. “Señores, encontramos muy legítimas la aspiraciones de la industria hullera, pero téngase en cuenta nuestra situación especial, para que al establecer el beneficio de la industria hullera, no salgan lesionados nuestros intereses”
Llegamos a una fórmula y esa fórmula se lleva al Ministerio de Fomento. Pues al Sr. Ministro de Fomento le ha debido producir el mismo efecto que un papel mojado, porque, prescindiendo en absoluto de la discusión larguísima habida, de la intervención de personas como ex Ministros y otras, cuya categoría yo creo que valía la pena de respetar, toma el acuerdo de atender la demanda de los hulleros por encima de todas sus pretensiones; eso sí, cuando los lesionados vamos a decirle al Sr. Ministro que cómo es posible que ya no se nos tenga en un estado de intervención tan violenta, se consientan estas transgresiones que van en perjuicio nuestro, nos contesta: “tengan ustedes en cuenta que para estas necesidades ferroviarias, eléctricas y de gas, tengo propósito de intervenir el precio del carbón”.
He de manifestar que el que os habla ha tenido que comprar 4.000 toneladas de carbón y ha tenido que pagar lo que cualquier hijo de vecino; de manera que esta es otra de las formas en  que el Ministerio de Fomento viene favoreciendo a la industria hidroeléctrica, hay que ver la situación que con su intervención va produciendo el Estado.
Y dejo para lo último lo más gordo, y es que la industria hidroeléctrica es la única que, intervenida por el Estado, se la prohíbe en Madrid tocar los precios que tenía el año 1914. ¿Es esto admisible, es esto sensato, es esto honrado ni posible?. Sin embargo lo es; basta que un señor alcalde celosísimo o un señor gobernador no menos celoso se empeñe en mantener  más que por convicción-porque en ningún momento tiene razón positiva- por populachería, una postura de injusticia evidente (y este es el momento en que la industria se encuentra bajo la intervención del Ministerio de Fomento), y es causa de que esa situación subsista, porque en el Ministerio ha faltado el coraje necesario para resolver el problema. Con esto he dicho lo que es la intervención del Estado en la industria hidroeléctrica.
De todo ello deduciréis la consecuencia de la necesidad de que a esta industria se la cuide más que hasta hoy , de que se tomen medidas, no ya para mantenerla sino para desarrollarla, porque por ser una industria eminentemente hidráulica tiene además unas características que no se pueden discutir aquí como otras; no se dudará por nadie que es  eminentemente española, porque si algo natural tenemos es el agua de nuestros ríos, ni que es nacional e importa fundamentalmente a los intereses y a la economía nacional, y, por tanto, es necesario que los Gobiernos se ocupen y preocupen de este problema y procuren sacar de esta fuente de riqueza todo el provecho que se puede sacar.
Y vamos a dos puntos singulares del Real decreto del actual Ministro de Fomento.
El Sr. PRESIDENTE: Ruego al Sr. Urrutia que abrevie lo más posible porque van a transcurrir las horas reglamentarias.
El Sr. URRUTIA: Entonces suplico a la Presidencia que me reserve la palabra, porque el asunto creo que es de importancia.
El Sr. PRESIDENTE :Si quiere extenderse S. S, razón de más para que lo haga cuando esté presente el Sr. Ministro de Fomento..(…)

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